sn. Martín. Gro.

Es curioso como la gente en este pueblo tiene una relación tan estrecha con sus animales, los ven como una inversión que se puede vender en momentos de dificultades o un alimento para días de fiesta o de necesidad. Muchas personas se preocupan y ocupan para que sus animales siempre tengan algo de comer, un animal gordo es sinónimo de abundancia y prosperidad.

Y es curioso como trasladan eso a sus hijos, quieren que coman a reventar, prefieren niños gordos y por tanto 'sanos', a niños flacos, tienen en el inconsciente esa forma de pensar. Pero lo que más me llama la atención es la manera en que aún con una relación tan estrecha con sus animales nadie, en todo este tiempo ha buscado la forma de disminuir el sufrimiento o el estrés de los animales al morir. Y de igual forma, al ser un pueblo agricultor, maíz, frijol y calabaza, principalmente, se abusa de los productos químicos en el campo y sin chistar se matan plagas, desde pequeños insectos hasta las zarigüeyas y armadillos que viven en el campo. Así que entre carne de un puerco matado aquí o un plato de maíz cosechado aquí, no sabría qué escoger, pues los dos significan muerte y aún cuando simpatice con la ideología vegana donde se aboga por el no sufrimiento animal, el hecho de vivir aquí me ha demostrado que no es tan sencillo hablar de comida sin que involucre muerte o sufrimiento en algún momento. Nos falta mucho y quizás no llegué el día en que se hable de alimentos 'cruelty-free', pero espero que algún día llegué el día.

En las tardes, cuando se muere la tarde es común escuchar el chillido de los puercos que están siendo degollados y cuesta no sentir algo por ellos, pero estoy seguro que los químicos que matan la 'peste' del campo no son somníferos que los llevan a un mundo de paz y tranquilidad.

Todo es cuestión de elegir a quién hacer sufrir. 

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